martes, 24 de septiembre de 2013

REFLEXIONES... LA EDUCACIÓN RECLAMA "TRANSFORMACIÓN"

CONTENIDOS DEL SIGLO XIX, DOCENTES DEL SIGLO XX Y ESTUDIANTES DEL SIGLO XXI
“Si resucitáramos a un médico que practica la cirugía hace un siglo y lo lleváramos a un quirófano moderno, se encontraría perdido y ciertamente no podría ejercer su profesión. Por otro lado si despertáramos un maestro que ejercía la educación básica también hace un siglo y lo invitáramos a una escuela de nuestro barrio, no la encontraría muy cambiada y seguramente podría dar su clase”   Antonio Battro.
La calidad de la educación en Colombia y especialmente en los sectores sociales con mayor vulnerabilidad se ha convertido en el “talón de Aquiles” para las entidades oficiales y de las Instituciones educativas como eslabón ultimo de la pirámide  organizacional del sistema. Somos testigos de los múltiples intentos que los entes públicos y privados en todos sus niveles, hacen en derredor del mejoramiento académico de los muchachos que egresan. El comportamiento social, cultural y profesional de los individuos de hoy, hace pensar que la Educación no está cumpliendo con su cometido constitucional y socio-cultural, por otro lado los resultados obtenidos en las pruebas externas en cualquier ámbito de formación nos posicionan en sitiales indeseados por el bajísimo nivel de competencias revelado por los evaluados especialmente en las áreas fundamentales y obligatorias del sistema Educativo Colombiano
Mejorar o transformar los procesos educacionales y por ende los aprendizajes y los desempeños de los estudiantes, se ha convertido en la “punta del iceberg” para muchos gobiernos, pero en realidad la situación es más compleja; en esta búsqueda se han adoptado modelos que en otras latitudes dieron resultados positivos, se han expedido legislaciones que demarcan renovadas visiones educativas, implementación de estrategias de seguimiento y valoración no se han hecho esperar, aplicación de programas y políticas de gobierno, tampoco han logrado surtir el efecto deseado y no menos importante son los materiales y equipos dispuestos en pro del objetivo nacional “mejorar la educación Colombiana y formar seres humanos competentes”, todas estas acciones se han quedado en el intento, no se evidencian mejorías en los resultados
Evocando la primera parte del título, es necesario que se realice una crítica profunda y reflexiva frente a lo que se está enseñando en las aulas de clases y más aun de la forma cómo y para qué se enseña; porque si bien es cierto nos desgastamos “trasmitiendo” cantidades de información fundamentados en que así lo tiene los planes de estudio o el libro de texto que sirve de guía tiene determinado orden y tal vez más grave, porque a mí también me lo enseñaron. Si la escuela y el docente no contextualiza su accionar, irremediablemente seguiremos detenidos en el tiempo sin posibilidad de cumplir con una verdadera formación pertinente y de calidad;   existen en Colombia referentes de calidad que orientan el desarrollo curricular y haciendo un análisis consciente de sus contenidos, le responden al docente los interrogantes del ¿Qué?, ¿El  cómo?, ¿El para qué? y ¿El cuándo? de su quehacer educativo y formativo, pero la realidad es que en la práctica sigue privilegiándose las creencias y conceptos del profesor para seleccionar el qué y el cómo, razón fundamental, sin duda de los pobrísimos niveles de desempeño alcanzado por los estudiantes en las mediciones nacionales
Fundamentado en estudios publicados en diversos medios y observando la realidad contextual habría que admitir, que otra situación determinante para la educación y los niveles académicos revelados, es la forma como estamos enseñando, en muchos casos privilegiamos la forma como nos enseñaron o recurrimos a que “si yo me lo aprendí, también deben aprendérselo” desconociendo la evolución de las sociedades y por consiguiente la estructura cognitiva de los individuos y los intereses y las necesidades de aprendizaje. Si analizamos los momentos o las fases de una clase de hoy, no difiere en profundidad de lo que se hacía hace cien años; el sistema educativo nos está impulsando hacia el desarrollo de competencias en los estudiantes, mas sin embargo mediamos el conocimiento con un carácter reproductivo, memorístico, repetitivo y hasta la recitación textual, porque seguimos creyendo que el estudiante debe saber y es pertinente reflexionar en ¿saber qué? y ¿para qué debe saberlo? un aspecto que deberíamos revisar con humildad es el contrato didáctico que orienta nuestro accionar pedagógico, porque a veces queremos enseñar lo que creemos nosotros que debe saberse o creamos en los educandos concepciones personales y evaluamos los aprendizajes con respuestas prediseñadas, nos tienen que responder lo que queremos escuchar llevando a los estudiantes a vivir lo que en didáctica se conoce como  Efecto Topaze; al respecto John Dewey afirmaba que “Si enseñamos a los estudiantes de hoy como enseñamos ayer, les estamos robando el mañana”. 
 Convergen en el sistema educativo un sin número de posiciones teóricas conceptuales que no lograríamos triangular y conciliar para tomarlas como cauce para direccionar nuestra acción pedagógica y didáctica; crean en el docente, tal vez conflictos cognitivos dado su estructura metacognitiva y las creencias que ha construido en su práctica, pero es necesario iniciar un proceso de apropiación y asimilación; una de esas discusiones es en relación a si el contenido o la competencia, pero cabría destacarse que de nada sirve “saber” si no se es capaz de aplicarlo en contextos diferentes al aula de clases (competencia). Juega un papel fundamental conceptos como la transposición didáctica del saber, “el docente enseña lo que debe enseñar y con la profundidad o visión que debería y el estudiante aprende lo necesario y para lo que es conveniente”; no es un tema elemental pero creemos que apremia la necesidad de iniciar un proceso de reflexión profunda del quehacer educativo, si quien orienta el proceso no se apropia de todos los elementos fundamentales de su quehacer, se está frente a la gravísima posibilidad de no realizar lo correcto y seguir aportándole a una educación desfasada con relación a las exigencias contemporáneas y de espalda a los criterios que se han construido a través de estudios e investigaciones rigurosas del proceso de enseñanza y aprendizaje; para lograr una transformación real del sistema educativo se requiere de un docente comprometido, creativo, imaginativo, investigativo y sobre todo con una dosis alta de humildad que le permita reflexionar acerca de su propia experiencia, para aceptar la necesidad de cambio en aspectos metodológicos y didácticos, porque si el cambio no inicia como una motivación intrínseca ninguna estrategia o programa externa logrará generar ruptura de los esquemas vetustos, para apropiarnos de renovadas experiencias pedagógicas, le corresponde al profesional de la educación desaprender y aprender para poder enseñar, al respecto Ignacio Estrada expresa Si un niño no puede aprender de la manera que enseñamos, quizá debemos enseñarles de la manera que ellos aprenden” refiriéndose a la importancia de considerar ritmos y estilos de aprendizaje, tema que se convierte en un reto y desafío insuperable para quienes veneran sus prácticas tradicionales y conductuales negándose la oportunidad de incorporar en su labor, renovadas prácticas y estrategias que contribuyan al mejoramiento continuo de los niveles de desempeño en los estudiantes porque por ley general, los profesores enseñan más por lo que son que por los que dicen.

ROBERTO ATENCIA MORALES
MAESTRANTE 

1 comentario:

  1. Excelente reflexión profe, es una invitación a despertar ante un mundo que exige nuestra atención. ¿seguir dormidos y mantenerse soñando con anticuados paradigmas educativos? NO!!!

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